¿Qué son los criterios de solvencia?
Vale, vamos a ponerle un poco de vida a esto, porque el texto original suena a manual de instrucciones. Mira:
Cuando hablamos de “criterios de solvencia” en licitaciones públicas, básicamente estamos diciendo: “Oye, ¿esta empresa de verdad tiene con qué cumplir o está vendiendo humo?” Los organismos públicos no son tontos; quieren asegurarse de que la compañía que eligen no va a desaparecer a mitad del proyecto ni les va a dejar el marrón. Por eso exigen un montón de requisitos, rollo “demuéstrame que no eres un desastre financiero ni técnico”.
Y ojo, la solvencia es clave en todo este circo de las licitaciones. Imagina que eres el responsable de adjudicar una obra y te la juegas con una empresa sin músculo financiero… Pues te la pegas seguro. Así que estos criterios están ahí para evitar sustos y broncas después.
Hay tres grandes bloques, y sí, parecen un trabalenguas, pero ahí van:
Primero, la solvencia económica y financiera. ¿Qué narices significa esto? Pues que la empresa tiene que tener pasta, básicamente. Que los números cuadren: balances, cuentas anuales, ratios de liquidez, capital… Si no tienes dinero, ni te molestes en presentarte porque te van a tirar en la primera ronda.
Luego viene la solvencia técnica y profesional. Aquí el rollo es “¿Sabes lo que estás haciendo?” Quieren ver experiencia en proyectos parecidos, empleados cualificados, maquinaria decente, no la furgoneta del abuelo. Demuestra que no eres un chapuzas y que tienes el equipo necesario.
Y, por si fuera poco, también miran la parte organizativa. ¿Tienes un mínimo de estructura? ¿Sistemas de gestión? ¿Certificados de calidad? Vamos, que no seas un caos absoluto por dentro. Si no puedes ni organizar tus propios papeles, imagínate meterte en una obra pública.
En resumen: si quieres pillar un contrato público, prepárate para pasar por el escáner. Si no tienes las cuentas claras, experiencia real y un poco de orden en casa, ni lo intentes. Cumplir con estos criterios es lo que separa a los que ganan de los que se quedan en la puerta mirando. Así de simple.