¿Qué pasa si la justificación de la baja no se acepta?
Vale, aquí va mi versión con más rollo humano y menos monótono:
Una duda que siempre flota en el aire cuando las empresas se meten en el mundo loco de las licitaciones públicas: “¿Y si no me aceptan la justificación de la baja?” Vamos, el típico miedo de que te tiren para atrás justo cuando pensabas que lo tenías hecho. Y sí, la cosa puede ponerse fea.
En las licitaciones públicas, las empresas lanzan sus ofertas para ver si consiguen un contrato con alguna entidad estatal. Hasta aquí todo bien. Pero el tema es que si ofreces un precio demasiado bajo, te piden que expliques el “truco”. O sea, ¿cómo demonios logras dar ese precio sin que se caiga la calidad por el retrete? Porque las ofertas sospechosamente baratas suelen acabar en dramas: impagos, chapuzas, o directamente, el contrato hecho polvo.
¿Te rechazan la justificación? Mala señal. Básicamente, la administración no se traga tu historia. O no les parece suficiente, o les suena a cuento chino, o dudan de que realmente vayas a poder cumplir con lo prometido. A veces, ni siquiera confían en que tengas músculo financiero para aguantar ese precio. Total, que si no les convences, te echan del concurso. Chau, adiós, muchas gracias por participar. Esto está recogido, por si te mola leer leyes, en el artículo 149 de la Ley 9/2017 (sí, esa biblia de los contratos públicos).
Ahora, depende del organismo y de cómo sea la licitación, igual te dejan volver a intentarlo o cambiar algo en tu oferta. Pero ojo, eso puede alargar el proceso y, cómo no, generarte más líos y gastos. No es la fiesta que uno quiere.
¿La clave para dormir tranquilo? Currarse bien la justificación. Nada de medias tintas: mete datos, demuestra que puedes con el precio bajo sin sacrificar calidad ni dejar a tus empleados comiendo macarrones todo el mes. Y, por supuesto, ni se te ocurra ignorar lo que pide la licitación, porque ahí es donde suelen pillar a los despistados.
En fin, si no te aceptan la justificación, el marrón puede ser gordo. Así que más vale prepararse bien y no jugársela con argumentos flojos. Aquí, el que no corre, vuela.