¿Qué pasa si se detecta una incongruencia entre la oferta técnica y la económica?

Cuando una empresa mete la pata y presenta una oferta técnica que no cuadra ni con la oferta económica en una licitación pública, ahí empiezan los dolores de cabeza. La cosa es simple: si tus papeles no están alineados, olvídate de ganar el contrato. Las entidades que revisan estas ofertas no son tontas; en cuanto ven que algo no cuadra, te ponen la cruz rápido. Es como decirles: “Oye, no tengo ni idea de lo que estoy haciendo, pero igual quiero tu plata”.

Mira, la oferta técnica es básicamente tu plan de ataque: cómo vas a hacer el trabajo, qué recursos vas a usar, el cronograma, todo ese rollo. La económica, pues, es la cuenta: cuánto te va a costar hacerlo, desde tornillos hasta el sueldo de los obreros. Si dices en la técnica que vas a usar, no sé, robots de última generación, pero en la económica no tienes ni para comprar un destornillador, ¿a quién quieres engañar?

Cuando pillan estas incongruencias, la entidad que licita ni se lo piensa: rechazan la propuesta o, peor, te marcan como empresa poco seria. Y ojo, no es solo por maldad; muchas leyes, tipo la Ley 80 de Colombia o la Ley de Contratos del Sector Público en España, ponen clarito que todo debe ser coherente y realista. Si no, a la basura.

¿La clave? Deja la improvisación para el karaoke. Antes de mandar papeles, estudia bien los requisitos, revisa que puedas cumplir lo que prometes y que todo lo que ofreces esté cubierto en el presupuesto. No son dos documentos separados; la oferta técnica y la económica son como Batman y Robin: tienen que ir de la mano.

En serio, si te pasas esto por alto, tus probabilidades de ganar la licitación se van por el caño. Así que, mejor haz las cosas bien y evita el show de los rechazos. No hay misterio.