¿Qué son los criterios automáticos y los subjetivos?
Vale, vamos a ponerle un poco de vida a ese texto, porque honestamente, parece sacado de un manual de instrucciones.
Mira, cuando te metés en el mundo de las licitaciones públicas, te vas a topar sí o sí con dos tipos de criterios: los automáticos y los subjetivos. Y sí, suenan medio aburridos, pero si no los tenés claros, te podés comer un garrón y tirar tu propuesta a la basura antes de empezar.
Primero, los automáticos—o sea, los que son pura matemática y datos duros. Nada de chamuyo ni interpretaciones raras. Acá se mira el precio, si cumplís con las especificaciones técnicas, si tu empresa tiene espalda financiera, y cosas así. Es como comparar manzanas con manzanas, todo súper medible y nadie puede discutir mucho.
Ahora, pasemos al lado más “artístico” de la cosa: los criterios subjetivos. Acá entran los juicios, las opiniones, y un poco de olfato del evaluador. ¿Tu propuesta tiene onda? ¿Traés algo novedoso o tu equipo realmente la rompe? Este tipo de cosas no se pueden poner en una planilla de Excel. Y sí, según quién te evalúe, podés salir campeón o quedarte mirando desde afuera. Por eso, necesitás gente que sepa del tema en el jurado, si no, estamos al horno.
Y ojo, no te creas que lo subjetivo es menos importante. Muchas veces pesa más que los números. Así que si pensás que sólo con poner el precio más bajo la hacés, olvidate. Tenés que vender bien tu idea, mostrar que tu equipo es capo, y dejar en claro por qué sos mejor que el resto.
Si vas a preparar una propuesta, hacé la tarea: enterate bien qué van a mirar los que deciden. Lo mejor es hablar con alguien que ya haya pasado por licitaciones, o un consultor que sepa de verdad. No improvises, porque después te la das contra la pared.
Y para cerrar, algo que parece obvio pero muchos se olvidan: transparencia y juego limpio. Todo esto de los criterios—sean automáticos o subjetivos—tiene que estar clarísimo en los papeles de la licitación. Si no, después vienen los quilombos y las quejas. Que todo sea parejo para todos, y listo el pollo.
Así que ya sabés, no subestimes ningún criterio y prepará tu propuesta con cabeza. ¡Después no digas que no te avisé!