¿Qué papel juega la economía circular en los contratos públicos?
La economía circular, honestamente, es como ese amigo listo que siempre encuentra una segunda vida para todo lo que tienes en casa. Cuando hablamos de contratos públicos, su papel no es menor; al revés, es clave. En vez de tirar y comprar de nuevo, la idea es exprimir al máximo cada recurso, bajar el consumo de cosas nuevas y, de paso, no llenarlo todo de basura. Básicamente, los contratos públicos deberían venir con el chip de “no malgastes, recicla y dale otra vuelta”.
A ver, las administraciones tienen un poder brutal porque son de los mayores compradores que existen. Si ellos empiezan a exigir productos más circulares, el mercado se pone las pilas rapidísimo. ¿Quieres venderle al Estado? Pues vas a tener que empezar a pensar en productos que duren, que se puedan arreglar y que no acaben en el vertedero al primer fallo.
Y ojo, no es solo poner una pegatina de “eco-friendly” y ya. Los pliegos de los contratos pueden exigir desde materiales reciclados hasta que el diseño permita desmontar y reutilizar piezas. Incluso pueden pedir que el producto, cuando ya no sirva más, se pueda devolver o reciclar. Es un win-win: menos impacto al planeta y, además, las empresas que se espabilan con esto suelen tener ventaja cuando toca competir por contratos.
Ah, y no todo es hablar de sostenibilidad. Hay contratos que meten cláusulas para que el proveedor no se desentienda después de vender. ¿Se rompió la máquina? Pues que vengan a repararla o actualizarla, así no hay que comprar otra enseguida. Y si hablamos de innovación, ya ni te cuento: se pueden pedir soluciones frescas, modelos donde pagues por el uso y no por ser dueño, o incluso apostar por tecnología punta que reduzca residuos.
En pocas palabras: la economía circular no es solo una moda, es una jugada inteligente en la contratación pública. Permite ahorrar recursos, empuja a las empresas a mejorar y, de paso, cuida un poco más el planeta. Eso sí, hay que saber de qué va la historia para no quedarse fuera del juego cuando salgan las licitaciones. Si las empresas pillan estos principios, tienen medio camino hecho.