¿Qué implicaciones tiene licitar en países fuera de la UE?
Meterse en el mundillo de las licitaciones públicas fuera de la UE… vaya aventura. Sí, puede sonar a oro y tesoros escondidos, pero tampoco es un paseo por el parque. Hay oportunidades jugosas, claro, pero también un puñado de trampas y líos que pueden pillar desprevenido a cualquiera.
Para empezar, el tema legal es casi como aprender otro idioma. Mientras en la UE todo parece estar milimétricamente regulado bajo la famosa Directiva de Contratación Pública, cruzas la frontera y de repente cada país tiene su propio manual, a veces escrito en jeroglíficos. Si una empresa quiere lanzarse a la piscina, más le vale empaparse bien de las reglas locales, porque aquí no hay atajos ni “Ctrl+C, Ctrl+V” de legislación.
Y luego, los procedimientos para licitar son un auténtico popurrí. Hay países que van de cara, con procesos bastante transparentes, parecido a lo que uno esperaría en la UE. Pero hay otros donde todo se maneja entre bambalinas, más cerrado que una caja fuerte. Esto no es solo un detalle técnico: puede cambiar la forma en que preparas la oferta y las posibilidades reales de que te la acepten.
Hablando claro: la corrupción y el soborno son el elefante en la habitación en algunos rincones del planeta. No es por ser paranoico, pero las empresas que no se cubran bien pueden acabar metidas en líos legales, con la reputación por los suelos y sanciones de esas que duelen de verdad. Así que, ojo con esto y nada de atajos raros.
La parte cultural y el idioma tampoco se pueden subestimar. No es solo traducir el documento, es entender cómo se hacen los negocios ahí, qué esperan, cómo negocian. A veces vale la pena tener a alguien local, o al menos un traductor que no solo entienda el idioma, sino también las indirectas y “guiños” culturales.
Y el tema de la moneda, ¡ay, la moneda! Hoy el euro te da para mucho, mañana te hace un agujero en el presupuesto. Las fluctuaciones y las crisis económicas no son ciencia ficción, y pueden fastidiar hasta el mejor de los planes.
Por último, la logística: que si hay que montar una oficina allá, llevar equipos, manejar proveedores a miles de kilómetros… No es solo cuestión de enviar un email y listo. Es todo un desafío que, si no se planea bien, te puede dejar colgado.
Resumiendo, lanzarse a licitar fuera de la UE es tentador, pero no es para improvisados. Hay que hacer los deberes, investigar a fondo y prepararse para lo inesperado. Porque sí, puede salir muy bien, pero también te puede costar caro si vas a ciegas.