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¿Qué es un contrato de obras?

Ejecución Contratos

Un contrato de obras, mira, básicamente es el típico acuerdo entre un organismo público y una empresa (o alguien con ganas de ensuciarse las manos en una obra), donde la empresa se compromete a levantar algo: una carretera, un puente, un edificio, lo que toque. Y, claro, a cambio de pasta. Nada se hace por amor al arte, ¿no? Este rollo es pan de cada día en proyectos públicos, sobre todo cuando ves que de repente están levantando aceras o destrozando calles justo antes de las elecciones (casualidad, seguro).

La movida es que estos contratos son como la herramienta estrella de los ayuntamientos y demás para sacar adelante infraestructuras. Pero ojo, que no es que elijan a dedo a quién les cae bien. Hay una cosa llamada licitación pública, que es como un casting pero para empresas constructoras. El que mejor lo haga (o el que convenza más), se lleva el premio: el contrato.

Cada país tiene su propio lío legal con estos contratos. Por ejemplo, en España, si te quieres empapar bien de cómo va el tema, tienes que leerte la Ley de Contratos del Sector Público. Suena a tocho, y lo es, pero ahí es donde te enteras de todo el berenjenal de normas y procedimientos que hay que seguir.

Ahora, en este tipo de acuerdos, las dos partes tienen que cumplir su parte del trato. El contratista tiene que construir según lo pactado, con sus especificaciones técnicas y sus fechas (que después nunca se cumplen, pero bueno, eso es otro tema). Y la administración tiene que vigilar que todo vaya bien y, lo más importante para el contratista, soltar la pasta a tiempo.

En el papelito del contrato, hay que dejar clarito un montón de cosas: qué hay que construir, cuánto van a pagar, cómo se paga, cuándo hay que acabar, qué pasa si alguien la lía, esas cosas. Y no está de más que las empresas se busquen un buen asesor, porque como te cueles en algo, luego vienen las sorpresas y los disgustos.

Estos contratos son clave para que las ciudades funcionen y la gente tenga servicios decentes, pero también tienen sus trampas. Hay riesgos: que no te paguen a tiempo, que los costes suban (y nadie quiere eso), o que el cliente público se ponga tiquismiquis con la calidad y te quiera penalizar por cualquier chorrada. Así que, si vas a meterte en una licitación, más te vale ir preparado y con abogados a mano.

Resumiendo, un contrato de obras es ese papel con el que las administraciones se buscan constructores para montar infraestructuras. Hay leyes que lo regulan, derechos y obligaciones para todos, y si eres empresa y quieres meterte en este mundillo, tienes que conocer bien de qué va la fiesta. Porque aquí, el que no corre, vuela… o se la pega.

Las oportunidades no ocurren, tú las creas.

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