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¿Qué diferencias hay entre licitaciones nacionales e internacionales?

Licitaciones Internacionales

Vamos al grano: cuando hablamos de licitaciones públicas, básicamente hay dos tipos que mandan—las nacionales y las internacionales. Y sí, son dos mundos distintos, créeme. Si eres una empresa y te quieres meter en este berenjenal, más te vale pillar bien las diferencias, porque si no, te puedes pegar un buen batacazo.

Las licitaciones nacionales son rollo local, o sea, solo pueden participar empresas del mismo país. Todo el papeleo, las reglas y el folclore legal dependen de la ley que toque en ese sitio. Por ejemplo, en España tienen la famosa Ley de Contratos del Sector Público. Aquí los de casa suelen llevar ventaja porque ya se conocen todos los entresijos, desde las normas hasta cómo se mueve el mercado y quién manda en cada sector.

Ahora, si hablamos de licitaciones internacionales, el tema se complica. Aquí se abre la veda a empresas de cualquier rincón del planeta. Las pueden lanzar gobiernos, pero también pesos pesados como la ONU o el Banco Mundial. Las normas ya no son tan “a la española”, sino que se rigen por reglas internacionales, rollo OMC y su Acuerdo sobre Contratación Pública—cosas de mayores, vaya. Además, aquí tienes que lidiar con movidas como el cambio de moneda, trabas comerciales, diferencias culturales (ya sabes, lo que para ti es normal para otro puede ser rareza máxima) y formas de hacer negocios diametralmente distintas.

Y ojo con el tema de la transparencia. Como todo el mundo mete mano en el asunto, las reglas buscan ser lo más claras y justas posible. No es que no se pueda hacer trampa, pero cuesta más. Además, la competencia se dispara, porque no eres el único listo con ganas de llevarse el contrato; se apuntan empresas de mil países.

Detalle curioso: el idioma. En las nacionales todo va en el idioma patrio (castellano, catalán, euskera, lo que toque). Pero en las internacionales, si no chapurreas inglés, más te vale ir apuntándote a una academia, porque es el idioma estrella y ahí no hay discusión.

Por si fuera poco, las nacionales suelen ser más modestas en tamaño y presupuesto, mientras que las internacionales son proyectos gordos, contratos que pueden cambiarle la vida a una empresa (o hundirla, si no va preparada).

En resumen, hay diferencias gordísimas entre una licitación nacional y una internacional: quién puede participar, las reglas del juego, el idioma, el nivel de transparencia, la competencia y, por supuesto, el tamaño del pastel. Así que si tu empresa quiere tirarse al ruedo de las licitaciones públicas, más vale que entienda bien de qué va cada tipo… o que tenga un buen abogado a mano.

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