¿Qué debe incluir un plan de ejecución?
Mira, el plan de ejecución en una licitación pública no es solo un papel bonito lleno de promesas. Es, básicamente, la prueba de que una empresa sabe lo que hace y que no va a quedarse a mitad de camino. Si no tienes esto, olvídate de ganar contratos con el gobierno.
Primero lo primero: hay que dejar clarísimo qué vas a hacer. Nada de rodeos. Pon exactamente qué trabajo se va a realizar, los objetivos y qué se espera obtener al final. Piensa en esto como el manual de instrucciones de un mueble de IKEA, pero sin las piezas de sobra. Si la descripción no cuadra con lo que pide la licitación, ya la embarcaste.
Luego, el cronograma. Aquí no se trata solo de poner fechas al azar. Se necesita desglosar cada actividad, cuándo empieza, cuándo termina, los puntos clave (los famosos “hitos”) y qué entregas toca hacer. Y, claro, no seas ingenuo: deja un margen para los típicos problemas de último minuto porque siempre pasa algo.
Después, el temido presupuesto. Esto sí que no es para improvisar. Hay que poner cuánto va a costar cada cosa: mano de obra, materiales, transporte, hasta el café para el equipo si hace falta. Si te quedas corto o inflas los números, lo más probable es que te manden a volar. Precisión ante todo.
No te olvides del análisis de riesgos. Sí, hay que admitir que pueden salir mal las cosas. Identifica qué problemas podrían aparecer y cómo piensas solucionarlos. ¿Faltó material? ¿El proveedor se fue de vacaciones? ¿Un meteorito? Bueno, tal vez no tanto, pero se entiende la idea.
Por último, presume un poco: cuenta qué has hecho antes y quién está en tu equipo. Si tienes proyectos parecidos en tu historial, este es el momento de sacarlos a relucir. Y si tu equipo es bueno, dilo sin miedo.
Al final del día, el plan de ejecución es lo que separa a los que solo hablan bonito de los que realmente pueden hacer el trabajo. Si te lo tomas en serio y lo armas bien, puedes pasar de ser “uno más” a ser el que se lleva el contrato. Así de simple.