¿Cómo se realiza el control financiero de un contrato público?
Bueno, mira, el rollo del control financiero en un contrato público es básicamente asegurarse de que la pasta de todos (sí, la nuestra) no se pierda por ahí en cosas raras o se gaste sin ton ni son. O sea, no es solo sentarse a hacer cuentas, sino seguirle el rastro a cada peso desde que se planea el contrato hasta que se termina y, si todo sale bien, nadie termina en las noticias por corrupción.
Primero, el asunto arranca con la planeación financiera. Aquí no hay lugar para improvisar: hay que montar un presupuesto decente antes de darle el contrato a nadie. Nada de números al aire. Hay que poner hasta el último tornillo en la lista, sumar mano de obra, materiales, equipos, y dejar un colchoncito para esos imprevistos que SIEMPRE aparecen. Porque si algo he visto en la vida, es que todo sale más caro de lo que uno cree.
Cuando el contrato ya está en marcha, viene el chisme de la supervisión financiera. Básicamente, es estar como mosca encima de los gastos. No se trata de ser paranoico, pero sí de comparar lo que se gasta con lo que estaba presupuestado. Si hay un desvío, más te vale tener una buena excusa. Y, obvio, toca hacer auditorías de vez en cuando para que nadie se ponga creativo con la contabilidad.
Ahora, el tema de los pagos es otro mundo. No es solo soltar la plata y ya, eh. Hay que pagar según lo que se pactó, ni antes ni después, y siempre dejar todo bien documentadito. Si no, luego vienen los líos y no hay quien te salve. Cada pago tiene que cuadrar con lo que se ha hecho y con lo que dice el contrato, ni más ni menos.
Al final, cuando ya se terminó el contrato (y ojalá nadie haya salido corriendo), toca revisar todo con lupa. Es el momento de ver si la plata se usó bien y si el contrato realmente valió la pena para quien lo pagó, o sea, la entidad pública. No es solo chequear facturas, es ver si todo el proceso tuvo sentido y si no se fue la plata en tonterías.
Ah, y ojo, que todo esto no es porque uno sea quisquilloso, es que hay leyes que obligan. En muchos países, la Ley de Contratos del Sector Público pone las reglas del juego: cómo planear, cómo supervisar, cómo pagar, cómo revisar al final… Nada de hacer lo que a uno le da la gana.
Resumiendo: controlar financieramente un contrato público no es un paseo por el parque, pero es la única forma de que el dinero público se use como se debe. Hay que planear, supervisar, pagar bien y revisar todo al cierre siguiendo la ley y, si puedes, usando un poco de sentido común. Porque, si no, luego vienen los dramas y nadie quiere eso.