¿Qué es el principio de no discriminación?
Mira, el rollo de la no discriminación en la contratación pública es básicamente que nadie puede andar jugando sucio en las licitaciones. O sea, da igual si eres una empresa gigante de Madrid o un taller familiar perdido en un pueblo: todos, en teoría, deberían tener las mismas chances de llevarse el contrato. Nada de favoritismos por nacionalidad, tamaño, ubicación, ni por quién le cae bien al jefe de compras. Lo importante es si puedes o no cumplir con lo que piden, punto.
Y sí, esto no se lo inventó nadie ayer. Está súper respaldado por leyes gordas, como esa Directiva 2014/24/UE en Europa —que suena a contraseña de wifi, pero es seria—, y la Ley de Contratos Públicos de 1949 en Estados Unidos. Básicamente, lo que dicen es: “No hagas trampas, sé transparente, y trata a todos igual”. Fácil de decir, ¿no? Pero ya sabes cómo va el mundo…
Este principio no es solo para la foto; te lo meten hasta en la sopa durante el proceso de la licitación. Desde el minuto uno, cuando están decidiendo qué criterios van a usar para elegir al ganador, hasta cuando evalúan las ofertas y reparten el premio gordo. Los criterios tienen que ser claros, nada de jugar al despiste, y solo pueden pedir cosas que tengan sentido para el contrato —o sea, no te pueden pedir un máster en física cuántica para limpiar oficinas, ¿sabes?
Y ojo, que si se saltan este principio, no es solo un tirón de orejas. Pueden anular todo el proceso, tumbar el contrato y hasta meterle un buen puro a la entidad que la cagó. Las empresas que se sientan estafadas pueden montar bronca legal, ir a los tribunales o quejarse ante los organismos que revisan estos chanchullos. Así que no es tan fácil salirse con la suya.
Para evitarse líos, los que organizan licitaciones tienen que currárselo: planificar bien, poner criterios justos, dar toda la info sin esconder cartas bajo la manga, y evaluar las ofertas sin favoritismos. También les toca guardar toda la documentación como oro en paño, porque si alguien les acusa de haber hecho trampas, van a tener que demostrar que todo fue limpio.
Las empresas, por su parte, no pueden ir en modo “me da igual”. Hay que leerse todo con lupa, preguntar lo que no entiendan, y presentar una oferta que de verdad cumpla con lo que piden. Si sienten que les han hecho la cama y las han discriminado, lo mejor es buscarse un buen abogado y ver si merece la pena montar el pollo legalmente. Porque sí, a veces reclamar sale a cuenta.
En fin, la no discriminación no es solo un eslogan bonito: si se lo toman en serio, puede hacer que la contratación pública sea un poco menos jungla y un poco más justa. Y eso, aunque suene a utopía, ya sería un avance.