¿Qué es el Plan de Contratación Pública Ecológica?
Vale, vamos a darle una vuelta más humana y menos “manual de instrucciones”. Aquí va:
El Plan de Contratación Pública Ecológica, o PCPE para los amigos, básicamente es la historia del sector público para dejar de comprar a lo loco y empezar a pensar un poco en el planeta. ¿Qué significa eso? Pues que, a la hora de pillar bienes, servicios o cualquier obra, eligen los que, dentro de lo útil, dejan la menor huella posible. O sea, menos rollo contaminante, menos desperdicio, más verde.
La gran idea detrás de todo esto es empujar a la peña (tanto los que compran como los que venden) a ser más responsables. Que no solo se trata de proteger el medio ambiente, ojo, que también hay innovación de por medio, desarrollo de productos chulos y sostenibles, y de paso, ¡ahorrar pasta! Porque ser ecológico, a veces, también te salva el bolsillo. Win-win, ¿no?
Para las empresas que quieren meter cabeza en las licitaciones públicas, esto es ley. Tienes que saberte todas las reglas del juego ecológico. No solo porque te lo piden, sino porque es la forma de destacar entre la marea de competencia. Si demuestras que te lo tomas en serio, que tienes rollo sostenible, pues tu reputación sube puntos y tus opciones de llevarte el contrato, igual.
Todo esto se apoya en leyes tochas, rollo la Directiva 2014/24/UE y demás papeles gordos que permiten meter criterios ecológicos en las licitaciones. Eso sí, según el país, el rollo puede cambiar un poco, porque cada uno adapta las cosas a su manera. Así funciona el mundo, ¿qué le vamos a hacer?
¿Quieres hacerlo bien? Pues toca meter criterios verdes en todas las fases: desde que decides lo que necesitas, hasta que evalúas ofertas y vigilas que se cumpla el contrato. Puede ser pedir que los productos tengan ciertos sellos verdes, o que los proveedores tengan sistemas de gestión ambiental. Nada de postureo, hay que cumplirlo.
Si eres empresa y quieres jugar en esta liga, tienes que estar al loro de qué requisitos verdes se llevan en tu sector. Y demostrarlo, claro. Igual necesitas certificaciones ecológicas, mostrar que eres eficiente energéticamente, o que usas materiales que no hacen llorar a Greta Thunberg. Si te lo curras, no solo ayudas al planeta, también tienes más papeletas para pillar contratos públicos. Y eso, seamos sinceros, mola bastante.