¿Qué diferencias hay entre contratación pública y privada?
Bueno, mira, el rollo de la contratación pública y privada es como comparar fútbol y fútbol sala: parecen lo mismo porque ambos usan una pelota, pero las reglas y el ambiente cambian un montón. Tanto en el mundo público como en el privado la gente firma contratos para conseguir cosas—productos, servicios, lo que sea—pero el cómo y el por qué son otra historia.
Para empezar, si hablamos de la administración pública, ahí todo está acotado por la ley de contratos del sector público (sí, ese texto que nadie quiere leer pero que manda más que tu jefe). Las reglas existen para que todo sea limpio: transparencia, igualdad, nada de “este es el primo del alcalde, démosle el contrato”. En la privada, el cuento es diferente. Ahí los acuerdos van bajo el derecho privado, así que las empresas pueden pactar lo que les dé la gana, mientras no hagan nada ilegal. Es como jugar Monopoly con tus propias reglas, básicamente.
Otra cosa: en el sector público, todo tiene que anunciarse. Las licitaciones salen a la luz para que cualquiera pueda presentarse, porque la idea es que todos tengan la misma oportunidad. Esto, supuestamente, ayuda a evitar amiguismos y cosas turbias. En la privada, en cambio, el jefe puede darle el contrato a quien le caiga mejor o al que le prometa una mejor cena, nadie tiene que enterarse mientras no rompan la ley.
Y ojo, la motivación detrás también cambia. Lo público va de satisfacer necesidades colectivas, tipo salud, educación, carreteras… por eso suelen meter cláusulas sociales o ecológicas en los contratos. Lo privado, nah, aquí lo que importa es la pasta. Las empresas buscan ganar dinero, punto, y sus contratos están hechos para eso.
Ah, y si hablamos de controles, en la pública hay lupa por todos lados. Los contratos pueden acabar siendo revisados por tribunales, órganos de control, y si alguien se siente estafado en una licitación, puede armar lío y llevarlo a juicio. En la privada, los problemas se arreglan como en un divorcio: si hay bronca, se pelean en tribunales comerciales y ya.
En fin, aunque todo parezca cuestión de firmar papeles, la diferencia entre público y privado en esto es brutal. Quien quiera meterse a jugar en la liga de los contratos públicos, que se prepare para cumplir con mil reglas y papeleo, porque no es lo mismo que encargarse un catering para la fiesta de la empresa.