¿Cuándo procede exigir clasificación empresarial obligatoria?
Vale, ahí va una versión mucho más real, con un poco de chispa y menos rollo académico:
La famosa “clasificación empresarial obligatoria”. Sí, ese trámite que las administraciones públicas te pueden pedir sí o sí si quieres lanzarte a competir por contratos públicos. Vamos, que no es un capricho: lo hacen para asegurarse de que no llegue cualquier empresa a prometer el oro y el moro y luego acabe montando un circo… y le crezcan los enanos. Básicamente, piden esta clasificación para comprobar que tienes pasta y, sobre todo, que sabes lo que haces.
En España, la Ley de Contratos del Sector Público lo deja bastante claro: si el contrato de obras pasa de 500.000 euros, o el de servicios y suministros supera los 200.000, toca pasar por el aro de la clasificación. Esto en teoría, porque a veces la cifra cambia según la normativa de cada país. Así que no te fíes y mira bien la letra pequeña.
Eso sí, aunque el contrato sea más pequeño, si el que organiza la licitación piensa que el curro es complicado o que hay mucha pasta en juego, también puede pedir la dichosa clasificación. Pero ojo, tiene que dejar bien claro el motivo en los pliegos. Nada de pedirlo porque sí.
¿Cómo se consigue? Pues no hay magia: toca presentarse al procedimiento administrativo de turno, demostrar que tu empresa tiene músculo financiero y técnico, y cruzar los dedos para que la Junta Consultiva de Contratación Administrativa (sí, ese nombre tan “emocionante”) te dé el visto bueno. Al final, te ponen en un grupo y subgrupo según a lo que te dediques y lo que demuestres que sabes hacer.
Resumiendo, si quieres ir a por contratos públicos de los gordos, infórmate bien sobre la clasificación, prepárate los papeles y demuestra que eres de fiar. Si no, ni lo intentes, porque te van a tirar para atrás a la primera de cambio.
En fin, que la clasificación empresarial no es un simple trámite: es el filtro para separar a los que realmente pueden cumplir un contrato público de los que sólo vienen a probar suerte. Si de verdad vas en serio, más te vale tenerlo todo en regla.
