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¿Cómo firmar digitalmente todos los documentos exigidos?

Conceptos Básicos

Vale, mira, todo este rollo de firmar digitalmente documentos para licitaciones públicas no es tan complicado como suena, pero sí tiene su miga. Primero, hay que entender qué diantres es una firma digital. No es tu garabato escaneado ni nada por el estilo. Es un invento criptográfico—básicamente, un sello invisible que prueba que el documento es tuyo y que nadie lo ha tocado por el camino. Si alguien lo altera, ¡pum! La firma ya no cuadra y canta la travesura al instante.

Lo primero que tienes que hacer es conseguir un certificado digital. Sí, suena a trámite aburrido, pero sin eso no vas a ningún lado. Lo emite una Autoridad de Certificación (como la policía, pero digital y menos intimidante). Ese certificado es tu DNI en el mundo digital. En la UE mandan con el reglamento eIDAS, en EEUU tiran de la ESIGN, pero vaya, la idea es la misma: que la firma tenga validez legal y no se quede en “palabra de honor”.

¿Ya tienes tu certificado? Genial. Ahora te falta el software de firma digital. Puedes encontrar desde programas super pro hasta opciones gratis. El caso es que el software genera una especie de “huella dactilar” del documento, la cifra con tu clave privada (que sólo tú tienes) y se la pega al archivo. Eso es la firma digital, ni más ni menos.

¿Y cómo se hace? Abres el documento con el programa, eliges tu certificado, el programa hace su magia y listo, documento firmado. Si cambias una sola coma después de firmar, la firma se rompe y tendrás que volver a firmar, así que mejor que revises bien antes de darle al botón.

Ojo, cada documento va por separado. No existe eso de “firmar todo el paquete” de una pasada. Y si el documento cambia después de firmarlo, tendrás que repetir el proceso. Así es la vida.

¿Por qué tanto lío? Pues porque la firma digital te cubre las espaldas: asegura que el documento no ha sido manipulado, prueba que lo mandaste tú y, lo mejor, no puedes echarte atrás y decir “yo no fui”. No hay escapatoria, amigo.

Resumiendo, necesitas dos cosas: un certificado digital y un programa para firmar. Con eso, firmas lo que te pidan para la licitación y te quedas tranquilo. Eso sí, ni se te ocurra saltarte las leyes del país sobre firmas digitales, que luego vienen los sustos. Y ya está, no es ciencia de cohetes, solo un poco de burocracia digital.

Marta Jiménez

Marta Jiménez

Experta en contratación pública • Transformación digital de licitaciones • Formadora y autora en Tendios

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